Jueves, abril 25, 2024

Creatividad, pasión y Axarquía: así se distingue el restaurante Ménade

Hoy viajamos a la Axarquía para descubrir nuevos rincones de buen comer que merece la pena visitar.

El restaurante Ménade, nos llamó la atención el pasado noviembre, debido al reconocimiento de la revista Club de Gourmets como Mejor Chef del año a Pablo Vega. La revista solicita la opinión de los lectores para elegir a aquellos profesionales, establecimientos, organismos, productos o firmas gastronómicas que, a su juicio, han destacado durante el año. Con estos premios se reconoce el trabajo de los profesionales que con su labor han revolucionado el panorama gastronómico y galardones se entregarán durante el 36 Salón Gourmets, que tendrá lugar del 17 al 20 de abril de 2023 en Madrid.

Fue una grata sorpresa tanto para Pablo y su equipo, como para nosotros así que decidimos visitarles y probar su cocina.

Ubicado en la casa club del Baviera Golf (salida A7 Vélez-Málaga, dirección La Caleta Golf) el restaurante Ménade abrió este año por mano del chef Pablo Vega, malagueño, titulado en la Escuela de Hostelería de Benahavís. Un chico joven, pero con muchos años de experiencia en restaurantes de toda España, incluso con estrellas, que le han permitido forjar su creatividad y talento en la cocina. El Club de Golf Baviera está bastante retirado del cogollo de la Costa de Torre del Mar y de La Caleta, rodeado de nuevas urbanizaciones y frecuentado prevalentemente por residentes y golfistas extranjeros.

Una apuesta bastante desafiante a la que se sumó Pablo Domínguez, otro chef talentoso de Rincón de la Victoria, formado en el Basque Culinary Center que, junto a Pablo Vega, son el alma y el cuerpo de Ménade.

La propuesta gastronómica del restaurante es sin duda original y atrevida, siendo un restaurante abierto solo al mediodía y enfocado a un target que normalmente come sin grandes expectativas.

Inspirado por las sacerdotisas griegas de Dionisos, el objetivo de Pablo es acercar el público a conocer la Axarquía a través de una cocina de autor y de las producciones locales que son cada día de más calidad y utilizar la gastronomía como forma de vivir una experiencia distinta a la que se podría encontrar el los restaurantes clásicos de la zona. Y el mérito de Ménade es simplemente esto: ser original basándose en la tradición y realzando el producto local.

El maravilloso clima de estos días nos permite estar a gusto en la soleada terraza con vistas al campo de golf y a la costa, no obstante, el salón interno es muy acogedor y bien decorado.

Echamos un vistazo a la carta y apreciamos gratamente como cada plato combine y mezcle perfectamente las excelencias malagueñas en recetas clásicas pero con especias raras, ingredientes exóticos y toques asiáticos.

En los entrantes destacan el gazpachuelo malagueño con gambas blancas y patata aliñá, (simplemente sublime), la ensalada de presa o de tataki de salmón, el relleno de pato con crema de boniato y curry rojo, los huevos rotos con el salchichón de Málaga, las croquetas al estilo marroquí o el foie con frambuesa y chocolate. Fuera de carta un plato de sushi digno de apelativo japonés.

Pasando a los arroces, en la carta de invierno encontramos uno meloso de boletus y espárragos verdes con crema de trufa y parmesano y uno negro de sepias y alcachofas con alioli de ajo asado.

Fuera de carta, probamos un arroz seco ahumado de ibéricos, pimiento asado y su mojo que es ideal como plato contundente para compartir en los días de invierno.

Los principales de pescado son el Salmón al Den-Miso (con cous cous de verduritas, queso de cabra, crema de zanahoria y naranja), la Corvina Mar y Montaña (con quinoa guisada, coliflor, mantequilla tostada, shimeji y jamón ibérico) y un Canelón de Atún y pimientos asados (con bechamel trufada, ajo negro y katsuobushi) un guiño al ragú boloñesa con sabor contundente y muy muy perfumado.

Las carnes también son un carnaval de sabores: empezando por el Magret de pato con risotto de trigo tierno, cebolleta, ponzu y salsa de naranja especiada, que es una auténtica delicia, seguimos con el Secreto Ibérico con cremoso de patata en adobillo, emulsión de hierba y vino del terreno y terminamos con el Lomo Bajo de Rubia Gallega, servido con patatas naturales y ensalada de hojas aliñás.

“Mezclar ingredientes que al parecer no tienen nada en común” no es tarea fácil y ni siquiera necesaria, si el resultado resta valor a la materia prima en vez que resaltarla y a menudo ese el el riesgo de muchos restaurantes “fusión” que creen que ser original sea básicamente hacer eso, sin mucha sabiduría.

En el caso de Ménade, cada plato es una receta estudiada y medida en sus técnicas y componentes con un intento y un equilibrio específico. Y esa es su clave de éxito.

En la carta de postres lo apreciamos aún más con la Torrija de brioche caramelizado de yuzu y lima, sopa de coco, pistachos y sorbete de mango. Le siguen el Tiramisú 22, que es un Pionono de café y mascarpone, con emulsión de amaretto, crumble de cacao y helado de vainilla Bourbon, la Tarta de chocolate, con torta de algarrobo, helado de frambuesas y tofe de anís estrellado, la “Málaga en una milhoja”, es decir hojaldre caramelizado relleno de nata, naranja, canela, almendras tostadas, pasas y leche merengada y un Helado de Violetas, crema de limón y jengibre, polvo helado de chocolate blanco y caramelo.

Y fuera de carta una cheese cake de-structurada con helado de mango y avellanas.

Han acompañado nuestro almuerzo unos vinos de Viñedos Verticales – La Raspa (Syrah y Romé de Sierras de Málaga) y el moscatel Zumbral de bodegas Dimobe de la zona de la Axarquía.

Aunque no sean tan conocidos como etiquetas clásicas, cuando comemos en restaurante que se identifican con su territorio, recomendamos elegir vinos que también sean originarios de la zona, que en el caso de Málaga están ganando cada día más calidad y reconocimiento.

Comer en Ménade es un placer también por la dedicación del servicio: encontramos una profesionalidad y una cortesía autentica, ni forzada, ni improvisada. Los empleados proponen platos que conocen en sus detalles, saben aconsejar, controlan los tiempos y los comensales con la sencillez y naturalidad que no es tan común encontrar en hostelería.

Eso denota que cada persona del equipo se siente involucrada en el proyecto de Pablo Vega y Pablo Domínguez, que han hecho de Ménade su filosofía de vida y así lo transmiten.

Recomendamos programar la visita a Ménade sin prisa, porque, a parte disfrutar de una experiencia gastronómica fuera de la ruta clásica, podéis descubrir rutas de senderos desconocidos, aprovechar para ver el Pantano de La Viñuela, para visitar bodegas o los pueblos blancos de los alrededores y respirar silencio y aire puro con unas vistas impagables.

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